Inviernos de mi infancia,media luz, anocheciendo y niebla preternatural sobre el jardín, como de hadas,y el aroma cristalino a bosqueal mismo tiempo, y leña,hierba resbaladiza. Mundocrepuscular de leyendas,árboles con musgo en la corteza,penumbras entre helechos y ventiscas con las manos heladasla nariz húmeda y los ojoscansados de imaginarfábulas en las sombras.
Y al poner fina la aventura de esa tardey volver para cenara lo lejos, como el faro de la dicha,ventanas con luz y vida, con hogar, con chimenea.Venía la rutina del sentido y la armonía: mis padres siempre ahí,mis hermanos -más juegos en el salón-la cena y a dormir.
El edredón de plumas -a vecesavioneta de entreguerras en la tormenta,otras un submarino, o una tiendade campaña en vísperas de la batalla,hasta que el sueño y la paz me vencíanal son salvaje del viento y la lluvia en las ventanasy el vaho en sus esquinas de madera
Y así, reventado de felicidad llegaba entoncesa llamar a la otra puerta:la que daba al infinito mundos de los sueños de los niños buenos…