"eres paisana de todo lo que amo"
M. D'Ors.
Desquiciados entre fermiones y bosones; aturdidos por el grito ensordecedor de una mundo que –desde sus más altas instancias hasta nuestros más allegados– nos grita "24/7" que triunfamos o fracasamos exclusivamente en función de nuestra riqueza, de contactos o de nuestro poder sobre los demás; atragantados hasta la arcada de la más tangible, volátil y hedionda materialidad carnal que el Hombre adora, celebramos un año más la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Este dogma de la Iglesia Católica, enunciado por el Papa Pio IX en la bula "Ineffabilis Deus" de 8 de diciembre de 1854, establece "que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano".
Esto a más de uno le sonará a folclore, a algo relacionable con el mono hechicero del Rey León (Rafiki, creo que se llamaba): una fuga de la realidad, una huida infantiloide para mentes débiles que prefieren buscar en la religión el consuelo que su mediocridad no puede encontrar en la más reglada y difícil realidad de cada día, "donde sólo los auténticos fieras con talento podemos competir con posibilidades de éxito, sin necesitar consuelos de índole religiosa".
Yo, empero, vengo a señalar que no es así. O sea: pensar en Rafiki cuando se habla de esto, es miccionar fuera del tiesto. Quiero decir; ya hay muchas moquetas gruesas y caras salpicadas por sesos de fieras, que ellos mismos han volado por los aires dentro de sus multinacionales y triunfales oficinas, atravesados en su espíritu, al mismo tiempo, por el postrero balazo de la nada y la desesperación que brotan a borbotones de ese "absoluto éxito tangible" al que se consagraron por completo.
El dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen es una verdad intangible. Tan Verdad y tan Intangible, central y definitivo como, por ejemplo, el Amor. O como la materia misma, con sus fermiones y bosones, o lo que sea que Dios dispuso en su absoluta e infinita Sabiduría para ordenar este jardín –del todos sin excepción seremos expulsados al morir–.
Así, la Inmaculada Virgen María es una realidad luminosa que pertenece y debe transmitirse gozosamente a todos los Hombres de todos los Tiempos (a pesar de que nuestra civilización entrona su propio fracaso en la búsqueda de la Verdad y la Felicidad al no dedicarle en este día, a tan bella y hermosa Madre, ni un minuto de sus cientos de telediarios).
Y lo sabemos por la Fe, que es un don, un regalo que permite y capacita al "mono superdesarrollado a lo Rafiki" que es el Hombre, acoger y amar Verdades como la de la Inmaculada Concepción de María. Un don que convierte a sus depositarios en privilegiados y les pone, de inmediato, en deuda con los fieras, a los que, a duras penas consiguen transmitir ese tesoro, con palabras y con ejemplo.
Que la siempre sin mancha, Santísima Virgen María interceda por todos nosotros (y por los fieras).