Un año más, vuelve Dios. Hecho un bebé. No lo puede poner más fácil. Ahora, cada cual tendrá que decidir si entrar a la gruta... o no entrar.
Los afortunados bajarán sus preclaras y portentosas cabezas antes de entrar en la gruta y descubrir la Verdad. Los menos afortunados pasarán de largo diciendo "Bah, imposible".
Yo iré a la gruta. No porque sea el más colega, sino porque se me ha regalado el don inmerecido de la Fe y por eso sé que Dios existe. Que éste Dios existe. "Yo sé que mi Redentor vive".
A la luz de la estrella, me acercaré a la cuna. Y allí, estés tú o no, al niño Dios le pediré un Regalo de Navidad, para ti y para mí:
Su auxilio para navegar sin desfallecer las tormentas de nuestras vidas.
Su paciencia y su misericordia para nuestras cagadas.
Y -como se implora en la oración del aquinate- que escuche en su cuna nuestra súplica, que no es otra que la que le dirigió el ladrón arrepentido.
Y nos conceda –muy pronto– estar a su lado en el Paraíso.
¡Feliz Navidad!