Leía ayer sobre cierto abogado austriaco muy brillante -quizá en exceso positivista, veladamente maquiavélico- pero con apariencia de buen tipo, buen profesional: prestigioso, muy prestigioso.
Su profesión le reportaba "pingües beneficios", coches caros, contactos, fiestas nocturnas, puestos honoríficos y directivos... Era admirado, un hombre de éxito.
Se le conocía en su ciudad natal por ser muy religioso: asistía a misa cada mañana, disertaba con solvencia sobre moral y justicia social; rezaba con unción y muchas cosas muy buenas y loables que sin duda pueden tomarse como indicios de una existencia admirable y modélica.
Este hombre se llamaba Arthur Seyss-Inquart. Fue Gauleiter en Viena donde fue paladín del Anschluss, adjunto de Frank en Polonia en 1940, comisario del Tercer Reich en la Holanda ocupada hasta 1943, donde ordenó la sistemática deportación y exterminio de la mayor parte de la población hebrea (incluyendo a la Dra. Edith Stein).
En 1944 "culminó" su carrera política como administrador civil de Dinamarca. Acabada la guerra los aliados le echaron el guante cuando trataba de escapar y lo sentaron en el banquillo de Nüremberg.
En 1946 fue condenado a muerte y colgado en la horca, acusado de crímenes contra la humanidad.
¿Y qué revela esto? Revela dos cosas: que uno puede tener éxito en la vida, ser un gran profesional, muy prestigioso, incluso ser un "cristiano de misa diaria"... y ser al mismo tiempo un tirano, poderoso, con mando, con potestad para aniquilar o pisotear a gente muy superior humana y espiritualmente -¡Ay, Edith!- en pos de una eficacia (más bien de una eficiencia) que todo lo justifica... en resumen: uno puede mantener una fachada perfecta, llena de responsabilidades y actuaciones nobles y al mismo tiempo... ser un auténtico demonio.
Aunque de nuestra historieta se deduce, igualmente, que cuando uno pisotea o aniquila a los demás, acaba siendo ahorcado -en esta vida o en la siguiente-.
Espero y suplico no convertirme jamás en alguien así.
Y que ni yo, ni ninguno de los míos tropecemos -volvamos a tropezar- con uno de esos especímenes.