Niño Jesús:
Un año más en Belén, celebrando tu llegada, con la felicidad del salvado, del redimido, del que ayer estaba muerto y aquí, ante ti, bebé Dios, vuelve a la vida.
Este es un júbilo triunfante, expansivo y dicharachero del que estaba perdido sin remisión y ha sido encontrado.
La estrella de Belén es mi emblema… es el emblema de todos los que estábamos condenados y fuimos absueltos. Esa es nuestra señal. Vimos tu estrella y conseguimos liberarnos, atravesar las tinieblas y encontrarte, nacido de la Virgen María, la Reina de los Ángeles, de los cielos y los mares, de todo lo creado; a la que amas como sólo Dios puede amar a su obra maestra: como a una hija, como a una madre, como a una esposa.
Me voy haciendo viejo y por el don inconmensurable de la Fé, sé –no sé cómo, pero lo sé- que eres Dios, Dios que se nos revela totalmente… y cada día lo voy percibiendo con mayor claridad, como el obtusillo que al final empieza a entender el gran plan y se da una palmada en la frente gritando gozoso: “¡pues claro!”.
Son tiempos oscuros… es mucho lo que hoy nos hace sufrir, hay un desbordamiento del mal y a ratos parece que no hay nada que hacer. Pero aquí estas, niño y Dios, Agios o Theos, Agios ischyros, Agios athanatos, así que esa oscuridad es sólo la plasmación en el tiempo, en la Historia, del fracaso ya escrito e irremisible de la rebelión del que los que han decidido odiarte, engañados. Para no acabar formando parte de esas filas tenebrosas, te dejo aquí mi plegaria, un año más. Te suplico que la escuches, bebé omnipotente:
«Oh Dios, que esta noche culminas tu Revelación a los hombres
Que, siendo Dios, te haces un niño condenado a morir. Como los hombres. Por los hombres.
Aquí me tienes junto a Irene mi mujer, esperando un bebé como tú.
Y a Fito, a Mateo, a Borja y a Máximo
Sabes que ellos son mensajeros de tu Amor, hijos valientes de la luz,
que llevan en sus ojos el brillo de tu estrella y anuncian tu salvación allá donde van.
Son todo lo que soy, son todo lo que tengo, son todo lo que quiero.
Guárdalos junto a ti y junto a tu Madre sagrada todos los días de su vida.
Y a mis padres, esos colosos, que me transmitieron fielmente está fe, este don inconmensurable.
Y a mis hermanos, testigos inamovibles de tu verdad.
Y a Bela, otra de tus estrellas de Belén,
y mi familia toda, de sangre o de amor: a tía Mamen, con su luz inextinguible.
Y a mis amigos -los pocos que me van quedando y que leen esto hoy-.
Incluso a mis enemigos, conocidos o por conocer.
Que todos tengan hoy junto a ti una Feliz Navidad
y puedan entender el gozo de descubrirse finalmente redimidos, salvados.
Y que cuando terminen nuestros días en la tierra
nos encontremos en el Cielo.
Entonces lo veremos todo, lo entenderemos todo, abrazandonos felices.
Y entonces sólo querremos tener una eternidad para agradecértelo
porque –con palabras de Frossard–
«Amor, para llamarte así, la eternidad será corta.»
Feliz Navidad
Familia Morán Lara , 2022