Berrean hoy los periódicos hispanos que ha comenzado el "mas que previsible" impeachment contra Trump. Si dejamos a un lado los medios de comunicación que nos aturden día y noche en España (prácticamente todos embarcados en la defensa inflexible y "nazi" del paneuropeismo y el globalismo) y echamos un vistazo a los medios estadounidenses veremos que, entre lo que aquí se ha calificado como “el comienzo del impeachment“ y la realidad, hay un abismo insalvable que, a este lado del charco, nos impide percibir tres realidades ya incuestionables (1):
Trump va a ganar la reelección en 2020 “por goleada y merecidamente”.
La maniobra de los de Pelosi revela una peligrosa falta de escrúpulos a la hora de usar a placer y en su propio interés los instrumentos democráticos de su país (y eso el yanki no lo soporta).
Trump va camino de ser el mejor presidente de los Estados Unidos desde (el igualmente y entonces denostado) Ronald Reagan.
De lo primero deja constancia el sentir de la nación. A los yankis les encantan los presidentes fuertes que cuidan de su país y los lobbys de izquierda estadounidense están tardando en darse cuenta de esto.
Lo segundo es de flipar y hace temer que esos demócratas realmente han terminado por creerse que verdaderamente son “la América de la resistencia”. Suena bien, pero hay un problema: no parece honrado auto imponerse epítetos heróicos... y menos si lo que estas "resistiendo" es la pura y simple voluntad democrática de la oposición -victoriosa en una elecciones libres-: una cosa es el rechazo político y otra muy distinta demonizar a la otra mitad de tu país (“democracia es lo que yo digo y tú te callas”). Así, parecen estar convencidos de su legitimación para hacer “lo que sea necesario” con tal de llevarse por delante a Trump, y vamos a hacer ya tres años asistiendo a acusaciones que rayan lo ridículo y acaban en nonadas: desde la afirmación de que a Trump lo pusieron los rusos en la Casa Blanca (en serio, en serio), hasta trampas de cloaca con prostitutas y otras jerigonzas políticas de baja estofa. Ahora, a un año de las elecciones, la bomba política de un impeachment. Pero la bomba les puede estallar en la cara. El impeachment es un medio ideado por el constituyente americano para proteger la nación de un enemigo nacional, no para vencer a un adversario político. La movida del otro día, lejos de buscar un impeachment democrático con acuerdo previo de ambos partidos, es una maniobra infecta que no fue secundada por ningún republicano y en la que sí se abstuvieron dos demócratas. El peligro de semejante ardid es que rebaja a juguete político un instrumento concebido para situaciones críticas. La actuación de Pelosi abre la puerta a que, en adelante, cualquiera que no esté de acuerdo con su oponente político –o sea, todo el mundo– pueda utilizar ese método como un simple juguete de propaganda electoral.
A lo tercero los politólogos llegan analizando los pilares sobre los que Trump ha construido su presidencia y en los que basará su segundo mandato en su empeño -meridianamente anunciado- de hacer a América Great Again. Y esos pilares, por orden de importancia –y sin intención de ahondar aquí en cada uno de ellos– son:
Reacción y neutralización de la doctrina de vaciado de identidad iniciada por Obama.
La política con lejano oriente: en esencia la finalización del conflicto norcoreano y lo que histéricamente en Europa se ha denominado “Guerra comercial con China”.
La política exterior con el mundo árabe y con Europa.
Redistribución administrativa del gasto interior y política de inmigración.
Esto puede sorprender al lector hispano porque, con total seguridad, no sabe que el tal Trump no tiene nada que ver con ese payaso grotesco y anormal que durante los tres últimos años nos ha estado intentando incrustar las 24 horas del día los medios de comunicación de nuestro país. Sin embargo deberíamos empezar a plantearnos algunas obviedades básicas: Si Trump es un inepto y un lerdo repugnante sin ninguna capacidad ¿como era entonces Hilary Clinton, para perder unas elecciones frente a semejante babosa? Otra obviedad: Aparte de repetir que Trump es malo malísimo y feo y tonto y malo muy malo….¿alguien podría decir qué ha hecho mal Trump hasta ahora como presidente? (Creedme si os digo que a esta pregunta siempre le sigue un silencio muy incómodo de los “convencidos anti-Trump”).
Y después de tres años escuchando -decorada de mil formas– la idea de que “Trump es una peligroso imbécil y quien no lo ve así, tiene un problema” estamos todos perfectamente amaestrados para mirar con lástima a los americanos por tener un presidente que aquí no podría existir, porque aquí somos más inteligentes. Y ya estamos suspirando de alivio cuando...¡un, dos, tres, despierta! La realidad absoluta e incuestionable es que nosotros llevamos más de un año sin presidente, que formamos parte de un macro gobierno transnacional que nos desprecia llamado Unión Europea, una megaestructura artificial y forzada completamente vacía de identidad y de principios que tarde o temprano se va a hundir (ya ha empezado a agrietarse) mientras Estados Unidos coge músculo patrio con un presidente que -rara avis para los hispanos- hace promesas electorales, gana las elecciones y luego... cumple esas promesas.
Parafraseando al Ricardo de Shakespeare: ¡Un Trump, un Trump! ¡Mi reino por un Trump!
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Este artículo se publicó pocos meses antes de la aparición del coronavirus. Para seguir la línea temporal posterior puedes ir al artículo «Desde las fauces de China».